lunes, 28 de febrero de 2011

Capitán de mis Desiertos. Alessandra Calcagno



Hace un año me encontraba en un desierto de áfrica, sinceramente no puedo decirte cuál era, todo se veía muy incierto. Mientras caminaba iban pasando imágenes en el cielo de momentos felices en donde sonreía llena de vida. Y mientras más llegaba a tocar aquellos espejismos que me mantenían andando sin fatigarme miraba lo que había dejado atrás.

De alguna forma, cada pisada se hacía más pesada, pues deseaba el futuro, pensaba en mi pasado y no podía mantenerme en el presente. Gasté tantas energías pensando en lo que sucedió y en lo que podía sucederme que llego un momento en el que me fundí con la arena, y mi comencé a sentir que mi cuerpo se convertía en billones de partículas que se mezclaban con el viento.

En ese momento comprendí que mi vida era menos incierta que la del viento, la arena y el mar. Comprendí que si mi pasado no venía a mí por voluntad propia, pues es allá donde debe quedar. La mayoría de las veces halamos el pasado al presente porque de alguna forma u otra nos sentimos culpables por lo que en el momento no pudimos manejar de manera perfecta. Y cuando adquirimos cierta madurez y vemos errores del pasado, tenemos exactamente la solución, la forma, el procedimiento para afrontarlo. Cómo molesta adquirir sabiduría!!! terminas dándote cuenta que a lo mejor la vida hubiera agarrado otro rumbo si se hubieran tenido las armas en el pasado para afrontar o encarar ciertas circunstancias que a lo mejor no fueron manejadas como lo manejaríamos en el “hoy”.

El desgaste, tiene tanta mella en nuestro día a día, llenos de energía todos podemos lograr construir, esperar, aguantar, dar. Un alma herida debe sanar para poder lograr mantenerse de pie por más tiempo. Si no se la pasará cayendo una y otra vez. Y no tendrá control.  El tiempo de llorar en algún momento se va yendo, va mermando, va disminuyendo. Pero aún cuando ya no se llore, un corazón triste aún puede seguir penando una condena que quizás no debería penar.

Recuperé mis fuerzas, recuperé mi alma. Lo que nunca pensé, sucedió. Gracias a mí, gracias a paciencia de un ser humano. Logré verme de nuevo. “Uno siempre encontrará personas que nos quieran y nos amen. Y estaremos bien, pero no será jamás igual.” "Se superó mucho, se batalló mucho contra los demonios de lo santo y lo bueno y lo inmaculado, y al final nos vencieron" Somos caprichosos los seres humanos. Queremos un ser en específico, y quizás no tengan las cualidades que nos llenen o sean completas. Armamos este ser “casi perfecto”....qué maravilloso ser que nos deslumbra con su presencia. De pronto una voz se adueñó del sonido de la brisa del desierto y me dijo retándome: ¿qué te paso? ¿Ya no crees en el amor? Y tuve que molestarme, y dije: “No es eso. Lo convertí en un amor realista”. Me pregunto furioso: “¿Quién?, y con un poco de tristeza en mis ojos le dije: “¿Quién qué?”  Y de pronto me di cuenta que hablaba sola. Sola conmigo. Con mis viejas teorías, forma de vida, reglas, y doctrinas. “¿Qué te pasa? Relájate…simplemente quiero saber porqué me cambiaste, y porque dejaste de venir a mí en cada tribulación. Siempre  te di las soluciones más honestas, vivías bajo mi luz y me aseguré de acobijarte con la piel, ser y mente apropiada.” Dijo reclamándome. “Lo siento” dije con mi voz entrecortada. “No me funciona ya. Ya no me sirve tenerte de luz y guía. Me haces daño. Me duele comprende!!!” grité, les grité.

De pronto comenzó mi piel a llorar, en mi pecho salían lágrimas, y mi espalda comenzó a sudar los años que invertí en aquel pensamiento que me llevo a estar en este desierto. En este maldito y bendito desierto. En donde los árboles son soñados, y los ríos son los sueños de una joven que ya no podía más con la carga del amor. “Despierta” “despierta” “Andy, despierta!” Y de pronto desperté, me levantó una luz blanca que no podía distinguir bien y desperté asustada…asustada para darme cuenta que había un faro. No sé aún porqué. Pero sonreí….

martes, 22 de febrero de 2011

Amor Eterno. Gustavo Adolfo Becquer


Amor Eterno - Gustavo Adolfo Becquer

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Códigos

  Habías tomado la decisión de irte. Pero luego te encontraste con ese pedazo de amor que aún tenías. Y luego, decidiste que eso era suficie...