miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amor Lunático


Escribo los títulos de mis escritos luego de escribir la última palabra.
Esa sensación que dejan al final cada tema me da la fuerza para ponerle el toque de su nombre.
He pensado mil veces escribirte aquello que no escuchas con mis quejas, aquello que no logras entender con mis encierros, pero sencillamente suspiro y vuelvo a encerrar lo que por dentro quiere ser obligado a salir.
Querida luna, te digo así por lo hermosa e inalcanzable que eres, y luego dejo de escribir...
Si sientes que mi pensamiento está contigo aún cuando el sol de cada día brilla sobre mí, así es y no te equivocas. No te equivocas.
Anoche, perdón cada noche, siento tu búsqueda en mis manos. Que aún cuando calles estás nombrando mi nombre con tu voz y pidiéndome que me deje llevar. 
Debo confesarte tantas cosas que 12 horas no son suficiente para verte y hablarte. Sí, te hablo, aún te hablo.
Sobre tí se han escrito poemas desde siempre, cómo brillas en la noche para los ciegos de corazón, cómo iluminas el camino de aquél corredor sin que lo note. 
Yo, sin embargo, quiero que me mires de vuelta. Que escribas un poema sobre mí. Y sólo estás allí grande en el firmamento humano, mostrando lo hermosa e inalcanzable que eres. Lo hermosa y sola que dices estar. Lo hermosa y sonriente según tú que a veces nos dejas ver. 
Pero hay noches en que no sonríes, hay noches en que te ocultas tras las nubes, hay noches y hay noches y hay noches...
¿Qué se siente ver tanta maldad humana? ¿Acaso es la razón por la que noche tras noche decides dar luz pero no calor? ¿Acaso te has dado cuenta lo admirada que eres? ¿Acaso no te das cuenta que hay cosas que sencillamente no se obligan? 
Somos seres humanos. Algunos aún nos sentamos a verte y pedir deseos. Deseos que creemos en el alma podrás conseguirnos. Te ves tan imponente allá arriba, que pensamos que podrás darnos todo lo que necesitamos. Oh, luna mía, si tan solo quisieras. ¡Si tan solo quisieras!

Ser tan hermosa es tu mejor cualidad y mayor debilidad.
Y aquí estoy, diciéndote que porqué no bajas a jugar conmigo. ¿Porqué no bajas y me das calor?. ¿Porque no bajas y te das cuenta que te pondría en mil pinturas solo para hacer mis colores más intensos, más vivos, más tristes y más míos? 

¿Qué buscas con irte y hacer tu justicia con una estrella fugaz? ¿Qué buscas con irte e inflingirme dolor viéndote una vez más allá arriba con millones de estrellas? ¿Qué buscas? Si al final sales para mí. Si al final disfrutas siendo hermosa para mí? 

Puede ser que al final de mis días no te tenga. Pero, ¿sabes luna? Te admiré aquello que nadie admira. Te dibujé como nadie te dibujó, y con tus nubes logré ver tus tristezas por la humanidad. ¿Y qué? Mis destellos son mayores que mis debilidades. ¿Y qué? Mis debilidades son humanamente manejables... pero tú... tú que tanto has conocido desde mi niñez, tanto qué me has visto sufrir, tanto que me viste soñar, tanto que me viste llorar...luego de tanto haber visto las atrocidades de mi alma y aún me amas...cómo es posible que no puedas aceptar que eso es exactamente lo que se necesita para la plenitud infrahumana, divina, infernal y desquiciciante felicidad? 

Una vez de niña te prometí buscar siempre el amor y luchar por él hasta el final. Pero me enamoré profusamente de la luna. Tan hermosa pero tan inalcanzable. Tan hermosa pero tan egoista. Tan hermosa pero tan oculta. Tan hermosa pero tan incomprendida. 

¿Qué hago? 

Tú seguirás viviendo...y a mí me quedan quizás con suerte 40 años más de vida. Mi carne va muriendo con cada tristeza. Mi alma va muriendo con cada amanecer, cada partida tuya... Oh, luna mía, ¿qué hago con tantos sueños? Antes lograba soñar con morir y convertirme en estrella y estar a tu lado siempre. Ahora, sueño con que me hagas feliz, no solo por tenerte a mi lado, si no por yo sentirme locamente feliz a tu lado.

Baja, baja y déjame tocarte. Baja, baja y déjame abrazarte. Baja, baja y mírame... Si no te estoy mirando, toca mi hombro...toca mi hombro y...nunca más me dejes ir. Nunca más...


Por: Lic. Alessandra I. Calcagno J.

Códigos

  Habías tomado la decisión de irte. Pero luego te encontraste con ese pedazo de amor que aún tenías. Y luego, decidiste que eso era suficie...