martes, 31 de mayo de 2016

Holograma de Café



No digas más.
Ya lo he escuchado antes.
Ya sé lo que tienes que decir.
Ya sé que pasa cuando faltan ganas de…estar.
Me sé la historia. Ya he leído este cuento antes.
Tú me miras con tristeza, porque sabes qué implica tu decisión.
Al final, es tú decisión, no la mía.
Este carro tenía kilómetros de más, rondando por las vías de la vida.
Su motor tuvo un solo caballo con todas las fuerzas, y luego otro solo caballo más, con todas las fuerzas.
Pero amor, se necesitan varios caballos de fuerzas para moverlo a la gloria.

Ya sé cuánto cuesta el amanecer y anochecer sin ti.
Aprendí ya, a cómo hacer cada pasito de a poco, sin olor a café.
Creo que probé muy poco del sabor de la soledad, pues a esta altura se me ha olvidado que olía a rocío. O quizás su olor no fue tan fuerte. O quizás no lo olí lo suficiente como para enamorarme de ella, como lo hace cada uno que la prueba.

Hace un día espectacular de pronto, y está combinado con nubes de esperanza.

Y es que nadie debe pasar por este camino tan corto, sin amor.
Y nadie debe bajar al infierno que con sus paredes de fuego, le dé un poco de calor.
No hacemos nada por el gato o perro que encontramos en el camino, con frío y hambre.
Jehová se encarga de ellos, y aunque parezcan descuidados por nosotros mismos, hay alguien más poderoso cuidándolos.

Ya no creo ser la estrella de los desiertos que llegan a mi vida.
Qué triste es haber pasado tanto tiempo por tu vida, sin haberte enseñado lo más básico: amar.
No se te quedó: la eternidad.
No se te quedó: la esperanza.

Vamos tomando decisiones en la vida, sin ver un poco más allá de lo que será.
Nos metemos en mundos distintos, sin ver todo el movimiento de la mariposa.
Hay almas que uno no debe tocar, si no está dispuesto a quedarse.
Hay corazones que uno no debe intentar salvar, si uno no tiene dentro de su corazón: la eternidad.

Era magia engañosa, era magia de cartas, era magia de conejos, y de rosas marchitas.
Jugaba. Jugaba a saber sobre la vida y el amor.
Era un manantial de agua en el desierto, con espejismo de potable.
Dulce como panal, dulce como un holograma.

Ni el paraíso era reconocible para sus manos.
Ni el arcoíris demasiado hermoso para su mirada concentrada en lo común.
Quizás, era demasiado cielo para su cielo terrenal.

Tenía un sonido a piano. Una mirada tan dulce, que me envolvió.
Sabía cuándo y cómo hacer para tenerme allí.
Y no, no se le olvidó. Sólo dejó de interesarle conquistarlo.
Sabe exactamente qué espero. Sabe exactamente lo que me hace feliz.
Pero decidió no hacerlo más.

Se equivocó en tomar una decisión, sin yo tomar la mía.
Se equivocó una vez más.
Después de tanto rogar, y suplicar recompensa por su dolor, y por su desdicha pasada.

Se le envió el mismo cielo. Uno comprometido. Uno leal.
¡Un cielo con aristas, y reglas, pero cielo al fin!
Y no, no me dejó ir.
Pero tampoco me pidió quedarme.
Y yo, yo me quedé hasta que quise.


"Sí; aunque yo no quería, ni lo creía;  Era solamente un holograma de café". 

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  Habías tomado la decisión de irte. Pero luego te encontraste con ese pedazo de amor que aún tenías. Y luego, decidiste que eso era suficie...