Y vamos haciendo el camino. Vamos
creando los recuerdos. Queramos o no, se van impregnando en la piel de nuestra
historia. Va amaneciendo y nos vamos haciendo más viejos. Algunos más certeros,
otros más distantes de la pureza de la vida.
Eligiendo el día a día, vamos
haciendo historia. Algunas cerradas, algunas abiertas aún, pero historia. Se
van creando costumbres, se van creando tristezas, alegrías, y demás detalles
que recordaremos cuando lleguemos a la senectud.
¿Es esto lo que quiero recordar?
¿Es esto lo que quería soñar con recordar? ¿Es esto lo que me moría por vivir?
¿Es este amor, el que vale la pena sostener en mis manos? ¿Es este corazón el
que voy a dejar influenciarme por el resto de mi vida? ¿Encontré el hogar?
Aún sigo añorando algunos
recuerdos que están tan adheridos a mí como si hubiesen nacido conmigo. Me
pregunto si alguna vez la tristeza se irá; si alguna vez la tristeza cesará de
embarcarse en mi puerto. Llegué a la orilla sí, y ahora siento nostalgia de la
tempestad del mar, de su furia, de su incertidumbre. ¡Qué locura!
¿Será que todos los seres humanos
tienen un espacio limbo-galaxial, como lo tengo yo? Lugar que sólo se puede
definir para mi concepto como una realidad soñante, un lugar de estado. Estados
de vida. ¿Será que otras personas se remontan como yo a olores, sensaciones,
lugares y pensamientos y lo disfrutan como si existiese la teletransportación?
Hoy fue un día de lluvia. Lluvia
que me lleva a recordar la vida. Es exhausto, ser yo. Vivir es excitantemente
agotador para un ser nostálgico como yo. Quizás es el color de la lluvia, el
comparar las lágrimas con gotas de lluvia, el ver nublado al horizonte, o
sencillamente es sentir que el agua se cuela por las alcantarillas sin ser
detenido por nadie. Nadie lo observó caer, nadie se sorprendió de verlo llegar,
nadie lo disfrutó en el rostro, y simplemente cayó, y se perdió tanta belleza!
¿Cuándo se encrudece tu alma? Lo
sé! He conocido muchas personas que son crudas, realistas y crueles, por ver
tanto dolor! El ser humano, como tal, termina cansando de sentir dolor, y como
protección, ya no se le mojan los ojos con las injusticias, muertes, y mucho
menos con la ternura.
¿Te mueres por hacer feliz a
alguien en este momento? ¿Hacerlo tan feliz, que podrías recorrer el mundo
entero sólo para verlo sonreír, que podrías aceptar todos sus demonios internos
y ayudarlo a sobrellevar la carga de la vida?
Cómo nos morimos por ser
entendidos! Por ser, aceptados! Por ser, amados! Muchas personas en el mundo,
amargadas con el mundo, decepcionadas, desilusionadas, que se han convertido en
personas secas, crueles y desamorosas! Cuánto amor perdido! Cuánto dolor! Y el dolor llegó a ganar la batalla contra el amor en sus vidas!
Un ser humano sumamente especial
me escribió un día: “La crueldad no es más que un lorito de amor pidiendo amor” Me pregunto qué le pasó a la crueldad para
llamarse así. A lo mejor, vió demasiada, o sintió demasiada. Uno va
convirtiéndose en lo que se expone.
La realidad, es la excusa de los maduros para no soñar.
La realidad, es la excusa de los maduros para no soñar.
Sin querer, regresamos después de
haber pensado en todo aquello que debemos cambiar, buscar, rescatar, olvidamos
todas aquellas respuestas que nos dirigían al lugar correcto; y lo que hacemos
es seguir en la cotidianidad de lo que ya está, lo arreglado, lo cómodo, y nos
convertimos en las paredes de algún malecón, que ve todo pasar, escucha todo
suceder pero sigue estando allí. Al menos el malecón estará allí por miles de
años humanos más; más del que tenemos nosotros para cambiar.
Estos días así, siento que tengo
todas las respuestas, a todas esas preguntas de un corazón partido, de una
lágrima que no cesa de brotar, de una mirada perdida de alguna prostituta
esperando que salga el cliente del baño para darle un amor, que no es el de
ella!. Me abrumo, lo siento como mi historia, me siento desgastada de pensar en
todas las líneas dominó, suspiro; y lo único que logra salir de mí: es una
lágrima. Una lágrima que debo dejar salír de mí...
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