miércoles, 28 de marzo de 2018

Danza en SI.



Se había acercado la noche.
Las estrellas extrañaban mis horas de brillo.
La luna, más que de queso, se había convertido en sal marina. 
Pero ya no más, ya no más.
Justo antes de terminar de sellar la promesa de un nunca, llegó el siempre!
Y arrebató la oscuridad, de lo que ya había dado por perdido.

Llegó revestido de algo antiguo, con colores brillantes y tiernos matices de una soledad cruda y resignada.
Un lugar de promesas y entregas.  Entregas nunca comprendidas. 
No había ya vacío en lo que llamé por mucho tiempo como falso.
Y mientras todas las puertas estuvieron cerradas, ya había comenzado a acariciar las entrañables paredes de la soledad.

¡Oh, la soledad!
La libertad exquisita de que nada te toque lo suficientemente fuerte como para tambalear, aquel equilibrio que logras estando a orillas de un río que nunca llora, ni sufre ni se atora.

¡Sí existo! Me digo, repetidamente. No por pensar que era un holograma, gitana o simplemente una copia de algo más. Sino, porque había tirado en desiertos los sueños de una realidad que al abandono lancé, hace mucho tiempo. Realidad que con sus golpes de vuelta, me obligó a arrodillarme ante mis sueños nuevamente.

Tierna mente y delirante. Escultura con bordes definidos. Una realidad a corta edad. Un corazón que nunca salió al sol. Así. Así es aquella obra de lienzo antiguo pero intenso. Sin querer, ya se había reforzado en la locura de una aceptación inerte del amor. Detrás de ciudades antiguas, amores humanos, y sabores afrodisíacos, había logrado pasar desapercibido, ver a medias y sentir por cuatro gemas. Fundido en un saxofón y bailes de libertad. Así . Así era mi pintura impresionista. 

Tenía un castillo. Era tan grueso, que no entraban guerras ni amores.
Sus sueños, aún habiendo sido protegidos, habían logrado encontrar un pequeño espacio para ser rotos. Pero de alguna forma, aún tenía intacto el corazón y había llegado a mí. 

Agarrados de manos y con miradas furtivas. 
Recordando qué se queda, qué se va y qué ya se fue. 
Abro un nuevo camino. Uno con promesa terrenal y celestial. 
Aquel lazo que no se rompe fácil. Aquel que todo lo cree, aquel todo lo espera. Aquel unido por tres.

Danzando en todas la notas. Todos los altibajos. En batallas. En jardines. Faros y puertos.
Pero sobre todo danzando en SI. 
Danzando en Digo Sí. 
Sí a tí, 
Sí a mí. 
Sí a esto. 
Sí a todo.

Aquel castillo, se convirtió en mi Casa. 
Y yo me convertí en jardín. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Códigos

  Habías tomado la decisión de irte. Pero luego te encontraste con ese pedazo de amor que aún tenías. Y luego, decidiste que eso era suficie...